domingo, 28 de agosto de 2016

Lealtad patriarcal


En todas las sociedades los abusos sexuales son castigados y más si estos se realizan a menores Todas tienen leyes que establecen penas claras y castigan a los culpables. 
Pero en estas situaciones lo primero es establecer la existencia de un delito tan íntimo. Hay sociedades, como algunas islámicas, que solicitan para culpar al varón, la existencia de varios testigos con lo que es casi imposible que se establezca el delito, en otras no se pide tanto, pero casi.
La palabra de la mujer-niña vale poco. Un ejemplo es el caso de Zoilamérica Narváez Murillo  hijastra de Daniel Ortega,  gobernante de Nicaragua, al que denunció en 1998 por abusos sexuales continuados desde que ella tenía 11, acudiendo  a tribunales nacionales e internacionales siendo desoída  e inadecuadamente atendida, hasta que retiro la denuncia.
Duele ver lo injusto de la justicia en casos como este, que no es el único frente a ese gobernante. Duele ver como se manipula la justicia contra los que la demandan. Duele ver con qué rapidez se calla a cualquiera que hable sobre los abusos sexuales de los poderosos.
El machismo habla por boca de mujeres y hombres. Incluso madres de agredidas son víctimas de estos valores y muchas juezas también están en estos procesos. Vemos las diversas formas de medir que nos quieren hacer creer que un injusto abusador gobernará de forma justa una sociedad, como si de dos personas se tratara una pública y otra privada sin conexión entre ellas.
La sociedad machista es leal con los agresores e inexplicablemente sobreentiende que ellos pueden controlar todo menos sus propios instintos.  Se olvida a la agredida, cuando ella, está demostrado, llevará el dolor por años. 
Entretanto la descendencia  de estos” poderosos”, llevará el nombre que les venga bien ponerles, pues el control sobre la maternidad de las mujeres sigue, como los abusos sexuales, bajo su decisión, sin que la sociedad tenga una respuesta cabal de protección a esas niñas y de repulsa a esos DELINCUENTES. 

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