sábado, 15 de noviembre de 2014



  
Contra viento y marea, “Las patronas” ayudan a las migrantes

Cuando el silbato de “La Bestia” suena, las mujeres del albergue La Esperanza, en la localidad La Patrona de este municipio veracruzano, se aprestan a distribuir alimentos a las y los cientos de migrantes que viajan a bordo del tren de carga proveniente de Chiapas en dirección al norte de México.

Son al menos 25 mujeres, conocidas como “Las patronas” y encabezadas por Norma, quien inició esta labor hace 17 años, cuando ella apenas tenía 23.

Con carretas llenas de cazos de comida, Norma, Toña, Julia, Victoria y Karla, entre otras, se forman en fila al lado de las vías del ferrocarril, lanzan bolsas de comida y en menos de 10 minutos reparten “lonches” de supervivencia a las y los migrantes que viajan en el techo de “La Bestia”.

En el albergue La Esperanza, a sólo unos metros de las vías, todos los días se cuecen en el fogón 45 kilos de arroz y 15 de frijol. En un día normal “Las patronas” distribuyen hasta 200 bolsas de comida, que además de arroz y frijol, llevan tortillas, pan, galletas y agua. También avientan unas 100 latas de atún.

La entrada al albergue de La Patrona es austera y tiene un gran patio de tierra. Es un jacal detenido por apenas cuatro palos endebles; bajo él hay todo el tiempo una enorme olla de frijoles.

Las mujeres ya conocen los horarios del tren. A veces puede pasar hasta tres veces al día cargado con entre 400 y mil 500 migrantes. En ocasiones, “La Bestia” llega a gran velocidad y ellas apenas alcanzan a repartir unas cuantas bolsas de comida.

Para las y los miles de migrantes centroamericanos que cruzan México rumbo a Estados Unidos, la parada del tren en La Patrona es un alivio, quizá el único lugar donde puedan probar alimentos en varios días de trayecto.

Norma explica que las mujeres de La Esperanza se coordinan con otros albergues ubicados en la ruta del tren, para saber cuántos migrantes vendrán y así programar la cantidad de bolsas de comida.

A Norma se le conoce como “la patrona”. Ella reconoce que la tarea ha sido difícil porque además de la comida, ahora cuentan con un pequeño albergue donde atienden a las y los migrantes en tránsito, muchas de ellas niñas y mujeres, lastimadas física y emocionalmente.

“Nos llegan enfermos, cansados y hay que tocar puertas de hospitales, de médicos, conseguir el medicamento y sobre todo cuidar que no vayan a morir”, relata.

En 17 años de labor altruista, Norma ha vivido casi todo: “Nos ha tocado ver mutilaciones y golpes; el tren en movimiento es muy peligroso”.

Además del trabajo del comedor, las mujeres de La Patrona se han dedicado a concientizar a la población y al personal de los hospitales de la zona, y a organizar una red de información y ayuda con otros albergues de migrantes en el país.
Especial | Ayudahumanitarialaspatronas.blogspot.com


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